SAIKO la bandera del nuevo reguetón

Los 091, toda una leyenda de la música granadina, necesitaron tres décadas y media (y una resurrección) para experimentar el tránsito de tocar en salas a llenar la Plaza de Toros de su ciudad. Miguel Cantos Gómez, un chaval de Armilla de 21 años, lo ha conseguido en unos meses. Es más, las entradas volaron en siete minutos. El fenómeno Saiko parece no tener techo. Sin discográfica, llegó al número 1 de Spotify, donde cerca de catorce millones de usuarios reproducen sus canciones cada mes.

Su concierto este jueves en la Plaza de Toros pasará a la historia. No solo supone la consagración de un artista meteórico, sino que enarbola la hegemonía de Granada en un tipo de reguetón puramente español. El asentamiento de esta tendencia urbana en el imaginario patrio no hubiese sido posible sin Yung Beef, Maka y Dellafuente. Tampoco sin el dúo de productores Los del Control. Por lo tanto, la fiebre se sitúa geográficamente aquí, con cierto desdoblamiento en Canarias, Barcelona y Madrid.

Saiko es un alumno aventajado de esta escena. A los 12 años ya escribía letras. A los 13 se empezó a aficionar a la onda del ‘freestyle’. Y a los 14 lanzó su primer tema. Se forjó con su hermano, con el que formó (con La Mafia del Amor en la cabeza) el dúo reguetonero Wido y Saiko. Era un aprendiz aplicado, pero los frutos no llegaban.

«A principios de 2022 no tenía casi seguidores. Nos escuchaba poquilla gente. Pero igual por el hecho de tener pocos seguidores, los que había eran muy fieles. Antes de que existiera la ‘Saikoneta’ ya había gente montada en la ‘Saikoneta’», reconoce poco antes del ‘show’. «2022 lo empezamos tiesos. No nos quería nadie. Seguimos trabajando y echándole cojones. Era prueba y error, prueba y error. Hasta que dimos con la fórmula. Sacamos ‘Polaris’. Se empezó a ‘pegar’ y nos fuimos con Feid para Estados Unidos de gira».

A los 19, su panorama no invitaba al optimismo: sin trabajo, sin estudios, en casa de sus padres y con apenas 10.000 seguidores.

Esa cantidad, 10.000 personas, se queda pequeña para la algarabía que acude el jueves al coso en Doctor Oloriz. La riada de camisetas rojiblancas invitaría a pensar que el Granada juega en la Plaza de Toros. Y, en efecto, Saiko aparece por la tarde bajando la avenida en el autobús del equipo. Allá donde se mire se está realizando un selfi. Casi nadie supera los 25 años. Quienes cruzan el umbral, superada la cola, alzan los brazos como si hubieran ganado la Europa League. Una vez dentro, se observa un doble desfile: el de elásticas del Granada y el de tendencias urbanas.

Un luminoso gigante anuncia la cuenta atrás. Nervios. A algunos les da por clamar contra Mbappé. Pero en cuestión de segundos queda claro que el crack aquí es otro. Lo que sucederá en las dos próximas horas no tiene nada que envidiar a la puesta en escena que desplegó el mismísimo Rauw Alejandro cuando actuó en el exterior del Nevada, muy cerca del hogar de Saiko, hace ahora dos años.

El armillero no escatima en detalles. Se toma la noche como un punto y aparte en su carrera, refrendado en casa por los suyos. Durante el espectáculo no faltará el derroche de pirotecnia y confeti. Las llamas y fuegos artificiales serán habituales. Una producción de primerísima división. Y en lo visual, toda una experiencia inmersiva. A U2, pioneros en esto, los tachaban de locos por señalar este camino en la gira del ‘Popmart’ en 1997.

Generosamente arropado, como procede en las grandes citas, Saiko guarda sorpresas como la aparición de Omar Montes, para cantar juntos ‘Arena y sal’. «Me alegro mucho de ver el crecimiento tan rápido de mi hermano Saiko. Es el que más arte y mejor corazón tiene. Espero que valoréis lo que está haciendo por vosotros, por Granada, porque este concierto lleva mucho sacrificio», comenta la mediática estrella.

Antes, el karaoke colectivo había comenzado a funcionar con ‘Cartier’ y ‘Reina’. Y el nutrido grupo de bailarines irrumpe al fin en ‘Atea’. Saiko repasa el camino que le ha traído hasta el ruedo. Desde su perspectiva, las canciones de 2022 son «antiguas». «De la sala El Tren hasta aquí. 2023 ha sido el año en el que me ha cambiado. A mí y a mi familia», confiesa tratando de mantener el equilibrio.

Saiko canta con su colega valenciano Raúl Clyde. ‘Te mentí’, que se publicó la semana pasada junto con Ozuna y Ovy On The Drums, es recibida como un clásico popular inmediato. Otra tropa le acompaña en ‘Las Bratz’. Los teléfonos iluminados inundan el recinto en su favorita, ‘Cosas que no te dije’. Y se permite caprichos como interpretar la emocionante ‘Veneno’, de su ídolo Dellafuente, colgado en las alturas.

Pero la locura total se desata en el tramo último. «¿Ese que sale por ahí no es Quevedo? ¡Quevedo!», exclama un niño a su padre en la pista. Y, sí, es el responsable de ubicuo ‘quéeeeedate’, que entona a medias con el de Armilla ‘Polaris’ y ‘Buenas’, recién sacada del horno. «Saiko va a hacer cosas increíbles», termina augurando Quevedo. El éxtasis, lo más alto a lo que esta comunidad joven y entregada alcanza, será el colofón en ‘Supernova’. Mientras suena de fondo ’13/18′ de Dellafuente, afuera permanecen a la escucha varios cientos de fans sin entrada.

Un final en alto. Una historia perfecta de profeta en su tierra, con el oficio que le han dado a Saiko los noventa conciertos previos. Un acto de emancipación delante de sus padres, su novia y su abuela. «Hay mucha gente en el equipo, pero empezamos tres. Ahora tengo una pila de personas en nómina, pero, qué pollas, tengo solo 21 años», reflexiona, antes de repartir camisetas del Granada. «¡Nos vemos el año que viene en Los Cármenes!», insiste. ¿Los Cármenes? ¿El césped que ningún músico ocupa desde REM y Alejandro Sanz en sus tiempos? Repetimos: el fenómeno Saiko no tiene techo.